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El pasado miércoles, el alumnado del Centro de Educación de Personas Adultas de Almansa y del Aula de Caudete emprendió un viaje cultural a Villanueva de los Infantes, un enclave histórico de la provincia de Ciudad Real que respira literatura, arte y patrimonio por cada rincón de sus calles empedradas. El grupo llegó a la localidad manchega a las 11:30 de la mañana, siendo recibidos por un sol amable y una atmósfera de tranquila belleza que pronto nos sorprendería como una intensa lluvia y granizada.

 

La jornada comenzó en el corazón del municipio: la Plaza Mayor, una joya del urbanismo barroco, porticada y perfectamente conservada. Allí nos esperaba nuestro guía, José María de la Cruz Villar, profesor de Historia del CEPA Miguel de Cervantes de la misma localidad. Con entusiasmo y sabiduría nos relató que, según un estudio filológico de la Universidad Complutense de Madrid, todo apunta a que Villanueva de los Infantes es el verdadero “lugar de la Mancha” del que no quiso acordarse Miguel de Cervantes en el inicio de El Quijote. La conexión cervantina fue solo el inicio de un día repleto de historia viva.

Tras este encuentro con el Siglo de Oro, hicimos una breve pausa en la Pastelería La Divina Providencia, donde degustamos los tradicionales Alfonsinos y deliciosas pastas de almendra acompañadas de un vasito de mistela, dulzor típico de la tierra.

Con renovadas energías, nos dirigimos a la imponente Iglesia de San Andrés Apóstol, templo renacentista que alberga entre sus muros reliquias de Francisco de Quevedo, uno de los grandes escritores del barroco español. Allí, en su capilla, reposan restos del esqueleto del genio de la sátira, el poeta que supo retratar los vicios y virtudes de su tiempo con una pluma afilada y profunda.

Continuamos el recorrido por el patio de la Alhóndiga, antiguo mercado de grano y prisión en siglos pasados, cuya arquitectura sencilla y funcional aún conserva el eco de la vida cotidiana del siglo XVII. De allí nos adentramos en un periplo por algunas de las casas señoriales más emblemáticas del pueblo: la Casa del Arco, la Casa de los Estudios y la Casa de Rueda, todas representativas de la nobleza manchega y el esplendor cultural de la localidad en tiempos pasados. Uno de los momentos más emotivos fue la visita a la Hospedería del Buscón, donde se encuentra la celda en la que murió Francisco de Quevedo, el 8 de septiembre de 1645. En ese austero espacio, pudimos imaginar al escritor en sus últimos días, reflexionando quizá sobre la fugacidad de la vida, tan presente en sus versos.

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